Hoy en el desayuno he leído una noticia que ha despertado mi indignación y mis ganas de escribir de nuevo después de un tiempo. Lamentablemente siempre escribo a cerca de situaciones que me indignan tanto que necesito denunciarlas aquí, ¿para concienciar?, ¿para divulgar?,¿para desahogarme?. Un poco de todo.
Pero retrocedamos a mi infancia para comprender por qué he vuelto a escribir.
En la puerta de mi cole era frecuente, como en gran parte de los colegios de España, el reparto de folletos que anunciaban la llegada a la ciudad de «El Circo más Grande del Mundo».
Y allí es donde entro yo, el prototipo de niño al que le entusiasman los animales y objetivo perfecto que muerderá el anzuelo. Con la oferta «los niños entran gratis» el fin de semana toca ir al circo en familia. Un plan fantástico.
Llega el día y la emoción es increíble, durante la semana la imaginación infantil ha ido creado unas espectativas espectaculares a partir de los dibujos de los anuncios y de la megafonía de los coches publicitarios.
Espectáculo de leones que saltan a través de aros de fuego, el tigre albino más fiero del planeta y los inteligentes monos payaso nos esperaban, a mi y a cientos de emocionados y exaltados niños y sus pacientes padres.
Llega el momento y estoy en las gradas con la familia, la emoción se palma en el ambiente: gritos y risas histéricas. Da comienzo el tan esperado espectáculo. Se suceden payasos que nos hacen soltar grandes carcajadas, focas que juegan hábilmente con pelotas de goma, y los graciosos monos payasos. Al final, el desenlace más esperado. Los Leones.
El domador al que consideramos el hombre más valiente del universo, se enfrenta a 3 enormes leones rugientes y muy peligrosos. Las risas anteriores se transforman en tensos y largos silencios para después desencadenar suspiros de alivio y grandes aplausos. Un espectáculo con mayúsculas. Somos niños.
Años después y solo un poco más mayor pero sin alcanzar la adolescencia, me encuentro de paseo una tarde de domingo, con mi abuelo y mi perro Lucas. Mi abuelo me lleva a ver las instalaciones de un circo que acaba de llegar a la ciudad, le habían dicho que se podían ver a los animales desde fuera. No me lo podía perder por nada.
Al acercarnos al lugar, un desorden de enormes trailers de estridentes colores y dibujos de animales salvajes auguran un encuentro cercano con las bestias. Me siento un privilegiado por estar allí y el lunes seré la envidia de mis compañeros de clase.
La magia circense que me cautivó de niño murió aquella misma tarde. Lo que contemplamos mi abuelo y yo, e incluso mi asustado perro, fue muy triste y lamentable. Allí estaban las fieras que tanto me habían emocionado en las pistas del circo, ahora permanecían inmóviles y jadeantes en jaulas ridículas para su tamaño. Otras sin embargo se desplazaban arriba y abajo compulsivamente, trastornadas . El
detalle que mejor recuerdo de aquel momento es el olor, un desagradable olor a orín, heces y suciedad que impregnaba todo el horrible lugar. Pensaba que nunca me quitaría aquel olor. Desde aquel momento no he aceptado estás exhibiciones con animales.
Pasan los años, y cuando creces la perspectiva y la madurez te hacen ver el circo de una forma muy diferente. Es cierto que los circos han cambiado mucho en las últimas décadas. La legislación y los controles para defender los derechos de los animales se han reforzado y son más estrictos. Sin embargo aún se cometen atrocidades y las condiciones en las que viven, trabajan y son transportados dichos los animales son injustificables.
En España aún existen decenas de compañías que ofrecen espectáculos con animales salvajes y domésticos y los usan como reclamo. Un evento irresistible para los niños que insistirán a sus padres para que les lleven y en el que serán engañados. Verán animales realizando trucos a cambio de comida, sin saber que en realidad el verdadero truco es mantener al animal sin comer. O verán animales realizando acrobacias que ocultan horas de adiestramiento y castigos. Una ilusión que oculta maltrato animal.
Quiero plantear la necesidad de educar a los niños desde pequeños en valores de sensibilidad y respeto hacia los animales. Si los niños quieren ir al circo, tienen que conocer, preguntarse cómo se tratan y cómo viven esos animales. Tienen que saber la verdad para tomar decisiones y crecer como personas.
Ya lo dijo Mahatma Gandhi,»La grandeza de una nación se mide por la forma en que trata a sus animales«.
Si queréis conocer el artículo que me ha indignado el desayuno aquí lo tenéis:
Totalmente de acuerdo contigo. Yo también he visto los animales en sus jaulas y terrarios y ver a una serpiente de tres metros en una urna, da mucha pena.
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