Hoy voy a hablar de calor, muy apropiado para hoy ya que estamos sufriendo la primera ola de calor del año y encima, oficialmente aún no estamos en verano.
He ido a comprar el pan a las 14:00 de la tarde y os podéis imaginar el gratinado que me he llevado en algo tan trivial como caminar un par de manzanas, ¡ida y vuelta¡. El camino ha sido una yincana con diversos obstáculos térmicos.
Me explico:
En primer lugar, the first challengue, ha sido encontrar sombra próxima al paso de cebra. Los peatones allí apelotonados nos mostrábamos miradas cómplices. Aunque siempre hay un valiente que se enfrenta al implacable sol y al calor que desprenden los coches, deseoso de que el semáforo cambia a verde.
Posteriormente, había que cruzar la carretera. Ojo, que aquí entra un deporte de riesgo. Las marcas blancas y negras bien podrían cambiar en cualquier momento a rojo y negro como si se tratara de magma volcánico en lugar de asfalto. Así pues, confiando en que la suela plástica de mis zapas baratas no alcanzaran su punto de fusión me envalentoné a vadear la calzada de lava.
En este preciso momento me alegro de no sacar a mi perra a pasear. Se convertiría en la primera perra fakir…
La segunda prueba térmica me sorprende a mi y los 7 peatones que cruzamos casi a la vez. A modo de trampa nos sacude una oleada de aire tan caliente hasta gritar basta. Los niños junto a mi se libran por ser más bajitos, pero para mi y para el resto no hay escapatoria. El culpable es el extractor de aire acondicionado de un bar tan grande como cutre que nos esperaba ansioso al otro lado de la calle (con mezcla de aroma a fritanga y churros). Una cámara oculta aquí enfocando nuestras caras y ya tienen vídeo viral.
Y por ultimo, me tocó la prueba más dura de todas, a la que la voy a bautizar como «SOMBRA o MUERTE». ¿Suena chunga verdad?. Pues lo es.
A modo de videojuego tienes que competir con el resto de viandantes a ver quién camina, por la calle más larga de tu vida, más tiempo por la sombra. Ojo que no es una cuestión trivial, aquí está en juego no sólo tu comodidad, también tu educación e integridad ante la tercera edad, embarazadas, niños y demás. Vamos una situación semejante a cuando en invierno se te echan encima las señoras mayores con el paraguas cuando vas buscando cobijo de la lluvia, ¡pero señora que la que lleva paraguas es usted!.
En fin, una odisea térmica en toda regla. Ah, se me olvidaba, después de todo el trayecto había que regresar…
Si con este caluroso relato y con la que está cayendo ahí fuera sigues leyendo este artículo es que mereces un premio. No me demoro más y voy al lío.
Al lío, ¿qué es eso de la contaminación térmica?
Con este artículo pretendo explicar de la forma más cercana posible el concepto de contaminación térmica. Hay que aclarar que ya el término contaminación hace alusión a cualquier cambio de las condiciones que un medio presenta de forma natural. Aplicándolo a nuestro caso particular, si hablamos de contaminación térmica estamos alterando la temperatura natural de un medio, ya sea aire o agua.
Aplicándolo a las ciudades puede ser obvio que en ellas existe más calor que en su periferia o en zonas rurales o naturales. Pero existe un fenómeno que tal vez no conozcas que se conoce por el nombre de»islas térmicas».
¿Qué es una isla térmica?
El aire de las ciudades tiende a quedarse retenido por diversas razones. La propia estructura y disposición urbanística impide la dispersión y renovación del aire, en otras palabras, los edificios actúan como pantallas e impiden la libre circulación de viento.

Por otra parte las fuentes de calor en las ciudades son muy variadas, en mi ejemplo anterior mencioné varias:
- Las emisiones múltiples de máquinas de aires acondicionados. En este caso se produce un círculo vicioso, a más calor, más caña le doy al aire acondicionado.
- El asfalto de color negro así como la superficie de los edificios captan la luz solar y la devuelve en onda infrarroja, es decir, en forma de calor. Y sobre todo por la noche.
- Los coches emiten no sólo calor, también incrementan la concentración de gases que provocan efecto invernadero a nivel local (impiden que el calor se escape de la ciudad). Y por si no fuera poco, los coches también emiten gases que son los precursores de otros contaminantes atmosférico, como por ejemplo el ozono troposférico (¡el malo!). Con los coches se produce otro círculo vicioso, como hace calor cojo más el coche…
- Y por último, la insuficiente cobertura vegetal en las ciudades supone perder un sumidero perfecto para la luz solar: la fotosíntesis. Además se está tendiendo a talar árboles a diestro y siniestro a favor de la piedra. ¿Menos gasto municipal?, ¿más negocio para el amigo que vende granito?.
Si a todas estas características de la vida urbanita le sumamos unas condiciones meteorológicas de estabilidad, es decir, se nos planta un anticiclón encima de casa, el aire no se renovará durante varios días e incluso más de una semana.
En conclusión, dadas estas condiciones de emisión y retención de calor en las ciudades es realmente complicado vislumbrar una solución acertada para evitar el fenómeno de las «islas térmicas».
Existe una ciudad perfecta, una ciudad utópica que me imagino sería algo así:

Los centros urbanos están cerrados al tráfico y todos usamos bicis y transporte público; los edificios no superan los dos pisos de altura y los centros de trabajo, de ocio y el hogar están localizados a poca distancia (para ir a pie a todos sitios); las zonas verdes igualan o superan a las edificadas, con amplios bulebares arbolados que resguardan a la gente y proporcionan frescor; y por último, la investigación en tecnología ha diseñado edificios ecoeficientes que no sólo son eficientes energéticamente, también reconvierten el calor residual en energía reutilizable.
¿Un sueño de una noche de verano?