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Una decisión faustiana en el Día de la Tierra

Hoy 22 de abril es el día de la Tierra y me he acordadado de algo que leí hace poco para las oposiciones que estoy preparando. Es un fragmento que ilustra especialmente bien el papel de la humanidad respecto al planeta. Y al final plantea una cuestión bastante obvia pero de vital importancia. 

Pocos dudarán de que la humanidad se ha creado un problema de dimensiones planetarias. Nadie lo quería, pero somos la primera especie que se ha convertido en una fuerza geofísica, al alterar el clima de la Tierra, un papel que previamente estaba reservado a la tectónica, las llamaradas solares y los ciclos glaciales. Somos, asimismo, los mayores destructores de vida desde el meteorito de diez kilómetros de diámetro que cayó cerca del Yucatán y puso fin a la Era de los reptiles hace sesenta y cinco millones de años. A través de la superpoblación nos hemos puesto en peligro de quedarnos sin alimento y agua. De modo que sobre nosotros planea una elección muy faustiana: o bien aceptar nuestro comportamiento corrosivo y arriesgado como el precio inevitable del crecimiento demográfico y económico, o evaluar nuestra situación y buscar una nueva ética ambiental.   E.O. Wilson

El antropocentrismo nos ha llevado a esta situación. Hasta hace poco inconscientemente, pero hoy en día las evidencias del deterioro ambiental son evidentes, aunque la «ola Trump» se empeñe en negarlo. Por lo tanto, a sabiendas de conocer el problema, ¿estamos dispuestos a cambiar nuestra forma de vida?, ¿podríamos prescindir de las comodidades de la globalización, el petróleo y el consumo desmedido?. ¿O como dice el Wilson, aceptaremos nuestra naturaleza y punto?.

La verdad, me surgen un montón de dudas con este tema. Primero, el autor me parece optimista. Para él la humanidad aún puede elegir. Yo me cuestionó habitualmente si realmente podemos hacer algo o ya es demasiado tarde. Y segundo, si podemos alcanzar esa ética ambiental, ¿podremos entonces anticiparnos a los problemas?

Sin embargo, desde mi punto de vista la esperanza se encuentra en el individuo. El cambio social debe venir de la convicción personal de que pequeños cambios individuales son el medio de contagio social de una nueva forma de ver el mundo, el ecocentrismo. Y la herramienta para ello se llama educación ambiental.
 

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