¿En la lucha contra las plagas vale todo? Matar moscas a cañonazos nunca ha resultado un método adecuado, véanse las fumigaciones masivas en la agricultura o la dispersión de venenos para el control de «alimañas» (de las que por cierto ya hablé en este artículo). Sin embargo, hace pocos días ha surgido una nueva metodología que parece dar con la solución para el control de plagas de palomas de las ciudades. Y los medios de comunicación, muy dados ellos en servir noticias sin cocinar, han difundido a los cuatro vientos las bondades de esta «solución final».
El método no es nuevo, ya se lleva aplicando en algunas ciudades europeas, y ahora se ha implantado en Barcelona. Se trata de la dispersión de granos de maíz que contienen un fármaco anticonceptivo. En principio, se busca que la población de palomas vea reducida su elevada natalidad y los individuos vayan pereciendo con el tiempo.
El problema está en la no especificidad del método, es decir, que no sólo afecta a la especie en cuestión, la paloma (Columba livia). Me explico. Se han afanado en explicar que el fármaco no tendrá ninguna incidencia en la salud de las personas ni en el medio ambiente. No obstante, en primer lugar cualquiera puede cuestionarse cómo van a evitar que los niños accedan al maíz, segundo, ¿cómo pueden asegurar que el anticonceptivo no alcanzará a otras especies urbanas como mirlos, gorriones,urracas, rabilargos?, y tercero, ¿qué ocurre si el fármaco alcanza el agua?, ¿pueden asegurar que resulta inocuo en ecosistemas acuáticos?
Según las noticias, sólo las palomas pueden tragar el maíz y los gorriones no. No pueden ofrecer una explicación más simplista. Parecen obviar la biodiversidad urbana, sí existen aves que pueden tragarse un grano de maíz entero, y evidentemente los gorriones pueden comerse granos machacados.

En conclusión, este método anticonceptivo es un atentado ecológico. No se han estudiado sus posibles efectos sobre la salud y los ecosistemas y además han intentando venderlo como un método específico contra palomas a sabiendas de que no lo es. Pero es la sociedad apurada la que demanda una solución ante la plaga sin pararse a pensar en las consecuencias. La cuestión es que debemos ser suficientemente críticos como para ver la realidad de lo que nos quieren vender (¿otro cañón?), al fin y al cabo en realidad se trata de decisiones políticas para conseguir votos.